Por Oriana Chale
Estudiante de Comunicación social (Universidad Nacional de Rosario).
Voluntaria del Área de Comunicación de ASPPE.
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Las personas con discapacidad tienen derecho a disfrutar de su sexualidad. Debemos dejar atrás mitos que nos hacen retroceder como sociedad, pero más importante, que llevan a la exclusión de algunas personas.
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Entender que todas las personas somos seres sexuados nos permite romper con barreras que generan exclusión y malestar en algunos sectores de la sociedad. La sexualidad de las personas con discapacidad no es mejor ni peor que la de los demás. Es la suya propia y se expresa en su forma de vivirla y experimentarla.
La sexualidad son actividades y comportamientos que nos permiten ser, reconocernos del otro -y con el otro- y reconocernos con nosotros mismos. Sexualidad no es sinónimo de genitalidad, por el contrario, es tan diversa como la cantidad de personas que haya: abarca intereses, necesidades, deseos, fantasías, implica sentir placer, erotizarse. Es por esto que negar la sexualidad de las personas con discapacidad es un acto de discriminación: porque la sexualidad es de todas las personas.
Asimismo, pensar que las personas con discapacidad son personas asexuadas es tanto erróneo como problemático. La Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad (CDPD) reconoce a las personas con discapacidad como sujetos de derecho. Esto implica su pleno reconocimiento como sujetos sexuados, con diversos apoyos, con diversidad funcional, con diversos modos de vivir la sexualidad, con una posición activa y con derecho a decidir por sí mismas. Es decir, nada diferente a la vida de las personas sin discapacidad.
Los derechos sexuales y los derechos reproductivos son reconocidos como derechos humanos básicos y por lo tanto como derechos de todas las personas en igualdad de condiciones y sin distinción alguna. Cuando temas como estos se siguen ocultando bajo prejuicios viejos y sin sentido -tales como “las personas con discapacidad son asexuadas”, “son angelitos”, “son dependientes”, “no pueden/no van a poder”- se crean barreras cada vez más grandes que impiden el acceso a prácticas y derechos.
Poder decidir cuándo, cómo y con quién tener relaciones sexuales es una cuestión básica que debe ser aprendida lo más pronto posible porque son los cimientos de nuestros derechos sexuales. Así como también vivir la sexualidad sin presiones ni violencia, que se respete la orientación sexual y la identidad de género sin discriminación, acceder a información sobre cómo cuidarse y disfrutar del cuerpo y de la intimidad con otras personas.
Recibir Educación Sexual Integral es un paso clave y muy necesario para aprender a relacionarse afectivamente, evitar la posibilidad de embarazos no deseados, enfermedades de transmisión sexual, abusos o agresiones sexuales.
De esta manera, las/os profesionales de la Salud están en la obligación de tomar medidas necesarias para garantizar la accesibilidad a la atención sanitaria. En el Código Civil y Comercial de la Nación (CCyC) se establece que las personas con discapacidad -como todas las personas- tienen derecho de acceder a la consulta en forma autónoma, con privacidad y sin el requisito de ser acompañadas. Así como también la posibilidad de acceder a información en lectura fácil.
Los tabúes son una carga histórica que ejercen una fuerte presión sobre los individuos de una sociedad y que desmentirlos requiere de un proceso profundo y complejo. Pero empezar a hacerlo es una manera de luchar por una sociedad más equitativa e integral donde todos seamos capaces de acceder a los mismos derechos.
Desde ASPPE te invitamos a que conozcan más sobre tus derechos. Si necesitas asesoramiento legal comunicate con nosotras: https://asppe.org.ar/contacto/